El Inmovilismo (para conocimiento de los francmasones)

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IPH Ricardo Polo

Por Ricardo Edgardo Polo : .

La palabra «inmovilismo», suele escurrirse en las frecuentes discusiones sobre la actualidad de la Masonería.
Diversos enfoques procuran establecer los motivos por los cuales, una Institución cuya Historia se enraíza en el medioevo y cuyos aspectos simbólicos trascienden ese marco, parece estancada y sin el crecimiento que habría de esperarse en función de su doctrina.

Ríos de tinta se han derramado sobre las páginas analíticas de tal situación. Las referencias sobre el deterioro sufrido en Talleres y Obediencias, a causa del desvío de los Linderos establecidos (perfectibles o no), son vastas y sintomáticamente similares en todo el ámbito universal en que la Orden desarrolla su actividad constructiva.

Los Linderos, Landmarks o Límites, se han desvirtuado por el peso de la crítica interpretativa de sus alcances. Y si no alcanzaron esa categoría del verbo transitivo, es posible ubicarla en sus desenfoques y sus falseamientos.

No nos vamos a permitir formular las correlaciones entre una cosa u otra. Bástenos saber que se multiplican las disidencias, abroquelarse en regularidades e irregularidades, reconocimientos y desconocimientos, por lo que muchísimos Hermanos evidencian una conducta que desvirtúa el principio de fraternidad, que a través de la Cadena de Unión debiera enraizarse el mismo día de la Iniciación.

Es que seguramente subyacen causas muy profundas en el estancamiento, desencuentros y disidencias.

Sin embargo, por medio de la profundización de los aspectos doctrinarios de la Orden, el estudioso recorre distintos senderos, a tal vez aquellos que Borges mencionara como los «que se bifurcan», que terminan inexorablemente en la Filosofía. O que subyacen inadvertidos por una gran mayoría de masones, un poco en las convicciones Aristotélicas y otro poco en el positivismo que fue siendo superado desde principios del siglo XX.

Seguramente resulta difícil comprender que mientras los avances tecnológicos del siglo se precipitaron sobre la humanidad como un tsunami, la filosofía fue concentrándose en forma inversamente proporcional a la suma del conocimiento.

Me propongo ensayar una idea. Una idea que surgió de la lectura de un trabajo sobre las derivaciones filosóficas de la física cuántica, elaborado por el rabino de la comunidad Benei Tikva, rector del «Seminario Rabinico Latinoamericano M. T. Meyer», Abrahan Skorka, que fue publicado por el diario La Nación, de Buenos Aires. Y que procuraré sintetizar para exponer la idea.

Todo comienza con Max Planc y su ecuación demostrativa de que «la energía no es absorbida o emitida en forma continua por los cuerpos, sino en cantidades rigurosamente definidas, denominadas «cuantos de energía».

Tal afirmación conmovió las bases mismas de la Física, pues el Todo se analizaba sobre los fundamentos conceptuales de posición, velocidad y fuerzas, es decir sobre la base del modelo mecanicista, que interrelacionaba fórmulas mediante las cuales era posible concebir la Naturaleza como «…una gran máquina cuyos planos son las ecuaciones».

Según lo menciona el rabino Skorka «A partir de los descubrimientos realizados en las tres primeras décadas del siglo XX, la ciencia sólo pudo describir con ecuaciones los fenómenos atómicos y subatómicos, ya que no hay esquema mecánico que sirva de paradigma para tal descripción».

Sin embargo el avance más significativo de las teorías cuánticas, está dado en la conclusión «…de que no se puede hablar de la posición de las partículas sino de una «probabilidad» de que se encuentren en cierto punto o de que sigan una trayectoria o un proceso dado»

Porque desde esta fundamental proposición, sabemos que Heisenberg, a través del principio de indeterminación, instaló el debate sobre si la realidad física es causal o casual.

Entremos ahora en otro aspecto que deriva de tales conclusiones. Podemos pensar, no obstante como un exordio, el lento pero sistemático avance del Hombre en la búsqueda de la respuesta a sus interrogantes filosóficos, metafísicos y ontológicos.

Deberíamos remontarnos a los principios elementales de la Filosofía y concentrarnos en los aspectos esenciales del pensamiento inquisitivo. Sea desde la lógica aristotélica, y su concepto general que, en número de diez, decía de toda cosa (sustancia, cualidad, cantidad, relación, lugar, tiempo, posición, estado, acción, pasión) hasta las concepciones panteísticas del concepto puro o noción a priori con valor trascendental igual lógico y ontológico.

A lo largo de la historia, el pensamiento humano ha recorrido vastos caminos en procura de alcanzar los míticos Picos de las alturas del Conocimiento. Si examinamos con detenimiento cada una de las teorías filosóficas, comprobaremos que esencialmente cada una de ellas puede clasificarse -naturalmente que desde mi punto de vista exclusivamente temerario— en idealistas y materialistas.

Sin embargo, dentro del mare mágnum (mare mágnum) multifacético de las doctrinas filosóficas, hay una constante fundamental que rige el avance del pensamiento y coincidamos en que al margen de las respuestas del positivismo, –como aquellas emergentes del idealismo o del materialismo filosófico–, en esencia puede definirse como la búsqueda de «…La idea de Dios y su consecuencia en el Principio Creador del Todo..» Sin que tal afirmación deba mezclarse con la idea antropomórfica del Dios de las religiones.

Simultáneamente a la búsqueda filosófica, nos sumergimos en el conocimiento de los avances científicos (los avances de la ciencia…) que nos ha sorprendido por sus resultados. Muchísimos de ellos como hechos no ajustados a la lógica del mecanicismo.

Nos dice el rabino Skorka que «…La teoría de los números transfinitos de Cantor y las conclusiones de la teoría de la relatividad sacudieron, junto con la mecánica cuántica, los cimientos del positivismo y generaron un retorno a cierto «pensamiento místico» en sus autores». Entiendo que tal postulado se refiere no a la idea de aquél aspecto de la teología que trata de la unión del hombre con la divinidad, sino a la «incertidumbre» que ocasionan en el hombre, las respuestas obtenidas a través de la experimentación y a la luz de las teorías cuántica y relativista.

Coincidimos en admitir, con el rabino Skorka, que todo ello ha producido en el pensamiento humano, «…la sensación de que la perplejidad y el asombro habían retornado la ciencia».

La anécdota mediante la cual Heisenberg señala un encuentro realizado en Copenhague en 1952, oportunidad que con dos científicos explicaron a un considerable número de filósofos positivistas el desarrollo de la teoría cuántica, explicita tal vez las razones del aparente divorcio entre la filosofía y la ciencia. Luego de una extensa jornada durante la cual los científicos desarrollaron su pensamiento, no hubo preguntas. El desencanto de Heisenberg se explicitó cuando dijo: «…si hay quienes no fundamenten extrañados al entrar en contacto por vez primera con la teoría cuántica, la única explicación es que no la han entendido…»

Sostiene el rabino Skorka que «La perplejidad que sabe hacer ciencia al hombre acerca de las limitaciones de sus conocimientos y por otro lado, incentivarlo para continuar la búsqueda del entendimiento de la realidad de la existencia es la base sobre la cual, en ultima instancia, se alcanza el conocimiento genuino». Es cierto. He aquí el motor fundamental de la búsqueda del conocimiento, esa búsqueda que en la Orden denominamos La Búsqueda de la Verdad.

Encuentro significativa la coincidencia entre un rabino, esencialmente teólogo, y el pensamiento de un científico que se asombra de la falta de interés (o conocimiento) de los filósofos con relación a la Teoría Cuántica.

Porque tras tal expresión de aquella realidad, subyace el hecho de que toda búsqueda no puede realizarse tan solo por la lógica del método, sino también por el incentivo del asombro. Sin él, pareciera como si la Verdad pudiera hallarse luego de descifrar algún misterioso código, inmanente en la propia Naturaleza de las cosas e incluso en su origen mismo.

Opina el rabino que con el término «perplejidad», hace mención a la actitud del asombro del individuo frente a elementos o conceptos con los que se enfrenta en la vida, en oposición a la de «…quien observa la existencia, en todos sus aspectos, de una manera rutinaria y obvia». Y luego menciona que «Maimónides escribió en el siglo XII una Guía para los perplejos, para los que se sentían desconcertados frente a las cuestiones religiosas y filosóficas de su tiempo y querían un esclarecimiento al respecto». Con ello, nos indica que ha sido permanente o al menos de antigua data, el hecho de que el fundamental incentivo de la búsqueda, es nada menos que el asombro.

El asombro es perplejidad. Es el bewilderment [], el perplexity [], y perplejidad como confusión, duda, irresolución, vacilación, extrañeza, asombro, sorpresa, desconcierto, desorientación, indecisión, vacilación, definiciones que cada una por si misma, constituyen el combustible mediante el cual se mueve el motor del pensamiento.

Nuevamente advertimos aquí, el ámbito de la Masonería… Cada Taller debe tener entre sus elementos componentes de la búsqueda, esa perplejidad o asombro ante la Naturaleza y la naturaleza de las cosas. Aquella, como nuestra existencia, se mueve por parámetros todavía incomprensibles tanto por «el asombro» de la ciencia, como por la perplejidad de la filosofía. La gran confusión reinante entre quienes asumen o presumen que el concepto de «Creación» que atribuimos al G:.A:.D:.U:., es «la respuesta», manifiesta equívocos fundamentales.

Uno de ellos es el de creer que el simbolismo del G:.A:.D:.U:. (que es solo una alegoría) constituye el límite sobre el cual se asienta el origen de todas las cosas. O tal vez el reconocimiento de que el JHWH es el leit motiv del que se habla generalmente, cuando aludimos a un principio regulador (o que explica) del Universo conocido.

En ambos casos es posible que cometamos algunos errores de apreciación.
La búsqueda de la Verdad, que en realidad es la búsqueda del conocimiento, no debiera mezclarse con el concepto de la búsqueda de la virtud y el mejoramiento de la conducta humana. Así como hemos antropomorficado la idea de Dios, o la idea de un Creador constituyéndonos en sus criaturas, ha hecho superla-tivos los anhelos de perfección sobre nosotros mismos.

No todos los H:. Masones están dispuestos a despojarse de los peligros que subyacen en confundir lo teológico o místico, de aquello que esencialmente es filosófico y científico. Probablemente ha sido esta confusión, efecto del presunto divorcio o incompatibilidad de ambas disciplinas. Suele ocurrir que las antinomias religioso-racionalistas, contribuyen a tal confusión.

La ciencia no niega el Principio Regulador, ni la filosofía lo afirma. En ambos casos, la búsqueda se lleva a cabo, precisamente, a través del incentivo del asombro, la perplejidad y la duda.

Observemos, en el campo de la búsqueda del conocimiento, un aspecto ciertamente significativo con relación a la ciencia. Cuando el rabino Skorka nos habla de la Teoría cuántica, nos sorprende con una frase contundente: «No debe sorprender que tiranos y dictadores hayan prohibido enseñar las matemáticas modernas». Esta sencilla frase entraña, precisamente, uno de los aspectos inducidos, cuando hablo de la búsqueda de la virtud y el mejoramiento de la conducta humana. Porque la resistencia del positivismo a las derivaciones filosóficas de la legitimidad de la duda, el asombro y la perplejidad, han promovido «…los fanatismos y fundamentalismos de todo tipo que rechazan la actitud de perplejidad».

No olvidemos los masones que el inmovilismo se encuentra en la idea de que todo está armónico y específicamente delimitado. Que no resulta necesario «dudar» para buscar respuestas e investigar el Todo. No nos resultan extraños los anatemas que califican toda investigación, como las matemáticas modernas u otras ciencias contemporáneas, como «perturbadoras de la mente».

El oscurantismo recurre a eufemismos y se aggiorna, mas en su esencia subyace la pretensión del dominio del Libre Albedrío y castiga presuroso al librepensador.

Nuestros talleres debieran ser mensurados como el atanor del alquimista. Esta alegoría nos lleva a pensar que a través del calor del horno que destila la esencia de los elementos a transmutar, alcanzaremos en «conjunto» las verdades que prefiguran el ramaje del árbol de aquella denominada Verdad, cuya definición tal vez no se ajuste a la que nosotros anhelamos.

Buscad en diccionarios avanzados y hallareis infinitas definiciones sobre la Verdad. Y entre ellas la dualidad de los contrarios: Verdad-Mentira.

Pero nuestra búsqueda no se ajusta a tal antinomia. Podemos decir, por ejemplo que «Sólo hay una verdad absoluta: que la verdad es relativa», como postuló Krishnamurti, o que «La verdad levanta tormentas contra los que desparraman su semilla a los cuatro vientos», en la voz de Tagore. Pero solo serían frases hechas, cuyo significado puede ajustarlo a cada idea sustentada. Sin embargo podemos sugerir que la mejor definición es la que nos da la segunda acepción, cuando sostiene que la Verdad es la corrección del pensamiento, cualidad del juicio que no se puede negar racionalmente.

Avancemos entonces en nuestra hipótesis de trabajo. Recordemos que en los Talleres debe primar la armonía del conjunto.

Que los trabajos deben reflejar el pensamiento individual para la construcción tanto del Templo Interior como del Templo que realizamos a la G:. del G:.A:.D:.U:., postulado este que significa trabajar en procura de la perfección y no en función de un propósito místico, en el sentido «…de estado extraordinario de perfección religiosa que consiste en cierta unión inefable del alma con Dios por el amor», o de «…la doctrina religiosa y filosófica que enseña la comunicación directa entre el hombre y la divinidad, en la visión intuitiva o en el éxtasis».

Hemos dicho que la búsqueda se debiera desarrollar desde el asombro, la duda y la perplejidad. Pero constituye un grave error desarrollar los trabajos sobre la base de la consagración individual al ejercicio de la libertad de pensamiento, si esta se resuelve tan solo en la compartimentación de los Trabajos.

Esta afirmación debe entenderse como la necesidad de que la elaboración individual del trabajo y la proposición, debe amalgamarse con el aporte del conjunto hasta lograr un objetivo final que es el enriquecimiento de la idea. La lectura de los trazados y el elogio subsiguiente no sirven para nada. La riqueza de la transformación individual en armonía del conjunto, es el método correcto para el enriquecimiento masónico.

Ahora bien, ¿De qué manera todo esto se amalgama con la proposición del comienzo de este trazado?

Pues sencillamente en la ausencia de un Lindero, Límite o Landmark que, precisamente, delimite este aspecto del trabajo especulativo. Pues de concretarse, permitiría en los talleres regresar a la operatividad que perdimos en la transición del siglo XVIII.

El tiempo que nos toca vivir es peligrosamente efectista. La globalización de los medios de difusión lleva al hombre a pretender rápidas respuestas y huir de las preguntas que parecen no tenerlas. Dice el rabino Skorka al respecto que «…la ciencia nos enseña que la pregunta sin una respuesta inmediata es tan valiosa como -y quizás más que- la teoría misma».

Y con el propósito de señalar los peligros que entrañan a nuestra Orden, las mencionadas particularidades mencionadas precedentemente, sigamos la palabra del rabino Skorka, en el trabajo Los cien años de la Física cuántica, publicado en el diario La Nación, de Buenos Aires.

Con mucho tino, el rabino sostiene que «…Las postrimerías del siglo XX son testigo de un retorno al fundamentalismo religioso en múltiples grupos pertenecientes a las religiones más importantes. En ellos no se admiten la discusión ni el análisis, ni mucho menos el cuestionamiento. Todo está reglado, rígidamente estipulado. En la realidad de cambios y mutaciones aceleradas que conforma el presente, semejante concepción sirve de contención para quienes se ven, por eso mismo, abrumados».

Naturalmente, este párrafo nos indica con increíble fuerza y certeza, el gran problema que nos viene abrumando fuera y dentro de la Orden. La necesidad de comprender aspectos de la filosofía que fundamentados en la duda, el asombro y la perplejidad, nos muevan o incentivan a producir los cambios necesarios para retornar a los principios operativos que, paradójicamente, se solidarizarían con la necesaria especulación en la búsqueda del conocimiento y a través de él, hallar el progreso de la Humanidad.

Finalmente y luego de referirse a los aspectos de la relación entre el Dios Bíblico y el Hombre, como al incentivo que significa la duda, el asombro y la perplejidad, el artículo mencionado finaliza expresando «…Hace cien años, el hombre se topó con un nuevo enigma en su búsqueda por comprender la naturaleza y la perplejidad sacudió las mentes y los espíritus, haciéndonos recordar que dicha búsqueda se halla muy lejos de haber terminado y que, en su esencia, se encuentra uno de los grandes desafíos de nuestra existencia».

Como es posible advertir, nos hemos compenetrado de un tema que se suele tratar superficialmente e incluso ignorárselo, a causa de usos y costumbres que han desvirtuado el quehacer de la Orden. Existen quienes creen que el valor esencial de un masón es su «ser fraterno», o exhibir virtudes o tratar de alcanzarlas mediante una perfección personal que la didáctica simbolista pudiera imponerle. El individualismo feroz que caracterizan los tiempos modernos, se ha infiltrado en nuestros talleres bajo el confundir libre albedrío, libertad de expresión, Libertad en sí misma, con la ausencia de solidaridad y fraternidad intelectuales, reemplazadas por el culto a la individualidad.

Debiéramos reformular esos usos y costumbres. Delimitar correctamente el quehacer de nuestros Talleres. Reconocer los Linderos, Landmarks o Límites en función del tiempo en que fueron elaborados y la esencia del mensaje que pretendieron imponernos. Pero, fundamentalmente, tener conciencia de que la Masonería no es un aspecto más de la mística religiosa, respetable, naturalmente, sino más que un, el ámbito dentro del cual es posible al Hombre, en todo tiempo, abocarse a la búsqueda del conocimiento sin el traje de plomo que le colocan los enemigos de la Verdad.

Mar del Plata, EL 28 de noviembre de 2000, Con plena vigencia en el 2011.-

Ricardo E. Polo : .

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