La gratitud

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gratitudLa gratitud es uno de los sentimientos que menos trabajamos habitualmente. Tendemos a pensar que la gratitud es un sentimiento que debemos “activar” solo cuando recibimos algo material  o un favor; pero pocos ven la gratitud como una actitud que necesita activarse en todo momento. Muchas veces, no nos mostramos agradecidos porque creemos que no tenemos nada que agradecer, cuando realmente lo que ocurre es que nos falta la actitud de gratitud ante la vida. Existen miles de cosas por las que estar agradecidos en cada momento de nuestra vida: agradecidos por la vida misma, agradecidos por poder ver las maravillas del cielo, agradecidos por la mujer e hijos que tenemos, agradecidos por la comida de cada día, agradecidos por los amigos que nos rodean….

La gratitud es a la vez un sentimiento que trae luz y calor a nuestro interior y una emoción exterior que, en ocasiones, incluso es capaz de hacernos cambiar nuestras pautas de comportamiento con la finalidad de mostrar agradecimiento; pero, además, la gratitud hacia los demás también lleva alegría a sus vidas. A todos nos gusta que nos agradezcan, entonces ¿Por qué no agradecemos  y hacemos real lo de “haz a los demás lo que quieres para ti”?

Ya hemos dicho que sobran motivos para ser agradecidos. Ver esto es fundamental para cultivar la alegría a través de la gratitud en nuestro interior. No necesitamos nada material para tener gratitud en la vida. Únicamente debemos hacernos conscientes de todo lo que nos es dado y que todo lo que tenemos a nuestro alrededor, empezando por nuestra vida, es todo lo que necesitamos realmente para nuestro adelanto espiritual. Realmente no poseemos nada. Somos usufructuarios de todo lo que tenemos, puesto que nada es nuestro para siempre, salvo nuestras conquistas íntimas. Sin nada venimos a este mundo y sin nada nos iremos salvo la gratitud y el amor que nos llevaremos con nosotros porque el espíritu entiende de emociones pero no de materialidades.

Como iniciado debe dedicar cada minuto de su existencia a  conseguir una victoria de la vida sobre las tinieblas de la ignorancia camino de la Luz y, por lo tanto, cada minuto del camino es un  motivo de alegría y gratitud.

Los palos de la vida que nos generan una tristeza natural no debe hacernos olvidar el ser agradecidos. Podemos estar tristes y agradecidos, puesto que de los errores también se aprende. Todo lo que nos ocurre en la vida tiene un porqué y un objetivo que no siempre vemos; pero cuyo fin es nuestro adelantamiento moral y avance espiritual. Aunque no es sencillo y parece extraño, debemos agradecer tanto el bien como el mal que nos ocurre, porque el verdadero mal es no agradecer y despreciar todas las oportunidades de crecimiento. Desde este punto de vista, la ignorancia primero ataca a la gratitud, nos ciega ante la realidad y luego nos lleva al egoísmo.

No es posible ser agradecido y egoísta al mismo tiempo. El agradecido, el que practica la gratitud elimina el egoísmo de su vida. Como bien dice Hermes Trimegisto: “Si quieres eliminar el mal no ataques el mal, haz el bien”. Te preguntarás como hacerlo, es muy simple. Piensa lo que harías si estuvieses agradecido y hazlo. Si te comportas de modo egoísta estás llamando ese mismo comportamiento hacia ti y recuerda que lo que dieses siete veces te será dado. Si das bien, bien se te dará, si das mal, mal te  será devuelto.

La gratitud, que siempre genera sentimientos de unión y amistad, es enemiga también del orgullo. El orgullo nos impide ser agradecidos con ciertas personas. Podemos llegar a rechazar la ayuda de alguien solo para no tener que agradecerle después la misma. La gratitud diaria destruye el orgullo y nos hace humildes, el agradecido reconoce que no siempre puede hacerlo todo, que no lo sabe todo y está alegre y agradecido por la ayuda prestada y por los consejos y lecciones que otros le proporcionan. Así aprende y evoluciona mucho más que quien se encierra en si mismo de modo orgulloso y se cree superior a todos los demás

Este orgullo que podemos denominar como orgullo espiritual es tan difícil de descubrir que no pocas veces pasa desapercibido; pero se muestra claramente cuando somos incapaces de ser agradecidos ante un acto de caridad, un buen consejo o una enseñanza que podamos recibir.  Como ya dijimos, este orgullo nos hace pensar que sabemos todo y que poco tenemos que agradecer al que predica otras cosas porque a buen seguro que no sabe lo que dice pues, a fin de cuentas, solo lo que nosotros sabemos es la verdad. De este modo el orgullo nos hace ciegos y es el primer paso hacia el fanatismo y la ignorancia.

La capacidad de agradecer nos acerca a los demás y nos habilita para escuchar de forma más activa, con mayor implicación. La gratitud nos hace tolerantes con las ideas de los demás. La gratitud nos fuerza a obrar con los actos y no solo con las palabras. La gratitud nos hace obrar correctamente hacia los demás.

Practicar la gratitud no es norma actual, ser humilde no está de moda, la sociedad lo ve como un defecto, como una debilidad y, sin embargo, ¡cuán fuerte es aquel que siempre actúa humildemente! El humilde no tiene preocupaciones, tiene su conciencia tranquila y eso lo hace fuerte como una roca.

Debemos  transmitir a la sociedad que el cumplir con el deber de gratitud hacia los demás es una verdadera palanca que nos impulsa hacia la reforma moral y conseguiría una sociedad mejor, más fuerte y fraterna. El gran problema es que la mayor parte de la sociedad está cegada por el materialismo y sólo cuando se siente ayudado descubre la necesidad de ayudar, cuando siente la ayuda recibida se propone esforzarse para dar. Se siente en deuda y empieza a sentir el deber que le espera. La necesidad de cumplir el deber como agradecimiento empieza una espiral de buenas acciones que desembocará en su propia rehabilitación. El bien llama al bien en un circuito infinito que nos llevará juntos de camino hacia la eternidad. Pero ¿por qué esperar a ello? ¿por qué no ser ya agradecidos sin necesidad de esperar a descubrirlo de manera tan dura, por necesidad?

Deja ya de quejarte y cambia de actitud. Empieza a ser agradecido. En vez de reclamar por lo que no tienes agradece aquello que si tienes y comienza a ser feliz. Recuerda que no es rico el que más tiene sino el que menos necesita. La queja siempre muestra una falta de agradecimiento hacia los demás, hacia la sociedad y hacia el Dios de nuestro corazón y mata la esperanza para siempre. Si siempre nos quejamos sobrecargaremos a los demás con nuestros problemas y hacemos que se alejen de nosotros como de la peste; pero el agradecimiento da fuerzas para que sigan a nuestro lado y nos ayuden nuevamente.

Además, el que está agradecido con alguien tampoco puede criticarle. Ser agradecido, como vemos, evita muchos males, dejamos de ser egoístas, de quejarnos, de criticar; pero también dejaremos de tener miedo a lo desconocido porque solo los agradecidos conocen y sienten el bien escapando de la Fe ciega y el fanatismo.

El que agradece es humilde, pero no tonto. El que agradece recibe todo lo bueno de quienes le rodean y acaba por ser sabio y, no lo olvide, la sabiduría es el primer paso hacia la Iluminación. Seamos agradecidos de lo que recibimos porque todo el mundo recibe tan solo aquello para lo que está preparado.

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