El ser humano es más que una simple amalgama de células ordenadas de mejor o peor modo para conformar órganos, huesos, piel y todo un largo etc que, unido, forma lo que la ciencia ha denominado cuerpo humano. Ese cuerpo no es más que una botella, un contenedor para algo mucho más importante: nuestra alma, espíritu, ente superior o como ustedes gusten en llamar a lo que verdaderamente somos.
Pocos cuidan como debieran de su cuerpo material humano y, si no se cuida lo externo, menos se hace con lo interno, que no se ve o no se conoce. La importancia de cuidar nuestro exterior lo percibimos cuando enfermamos y nos sentidos mal, con fiebre, con náuseas y todo un arsenal de incomodidades que los virus, bacterias y demás bichos causantes de nuestros males poseen para incordiarnos. Así nos damos cuenta que hay que abrigarse del frio y protegerse del calor extremo, que no se puede comer como si no fuéramos a comer en todo un mes, que ante una herida hay que desinfectarla…pero, y con el interior, con nuestra alma ¿Cómo la cuidamos? Seguir leyendo