Angel Sanz Briz , el Angel de Budapest

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Angel Sanz Briz

En el Talmud puede leerse una frase que define la humanidad de nuestro gran hombre:

“Quien salva la vida de un hombre, salva al mundo entero”.

Durante la Segunda Guerra Mundial tuvo lugar el Holocausto Nazi que asesinó a miles de judíos. Sin embargo, en medio de esa barbarie surgieron hombres de valor que consiguieron salvar a unos pocos de estes condenados de una muerte segura y digo a unos pocos porque, tratándose de la vida humana, por muchos que sean siempre son pocos.

Steven Spielberg nos dio a conocer a uno de ellos en su película » La Lista de Schindler«; pero hubo otros muchos más. Uno de ellos fue un español, diplomático en Budapest en aquella época, que consiguió salvar a más de 5000 judíos de su traslado a los campos de concentración y, posiblemente, de una muerte segura. Su nombre: Angel Sanz -Briz

El anonimato de San-Briz frente al caso conocido de Schindler, ha hecho que parezca que el segundo fue el acaparador de la salvación del mayor número de vidas. Pero nada más lejos de la realidad, pues si bien ambos fueron ángeles salvadores, Schindler contribuyó a salvar a 1200 personas frente a las más de 5200 que Sanz-Briz salvó con sus actos. Pero olvidemos quien salvo más y quien salvó menos, eso es lo menos importante, realmente lo importante es que todos ellos arriesgaron su propia vida para salvar a cuantos pudieron y si uno salvó más fue porque el otro no pudo salvar a más de los que salvó.

Ángel Sanz Briz nació en Zaragoza el 28 de Septiembre de 1910. Procedente de una familia de comerciantes y militares, después de estudiar Derecho, ingresó en la Escuela Diplomática en 1943. Una vez finalizada la Guerra Civil Epsañola, obtuvo su primer destino diplomático como Encargado de Negocios en El Cairo (Egipto).

En 1942 abandona El Cairo y es destinado a la delegación húngara, donde acudió recién casado con Adela Quijano. Pero por ese tiempo, a las puertas del país centroeuropeo a que había sido destinado, se libraba la II Guerra Mundial. Poco duró la serenidad y la vida de Sanz Briz cambió completamente. Las barbaridades que estaban llevando a cabo los nazis contra la indefensa población de etnia judía impidieron que Sanz Briz pudiese ejercer su gestión de manera tranquila. El zaragozano no pudo mirar hacia otro lado y comportarse como un espectador indiferente ante aquel terrible espectáculo.

Indignado por los planes nazis, Sanz-Briz decidió, al margen del gobierno español, proporcionar documentos españoles a los judíos sefardíes que pudiese encontrar y negociar con las autoridades húngaras (títeres de los ocupantes alemanes) el traslado a lugar seguro de dichas personas. Sanz-Briz procedió a proteger las vidas de unos 5.200 judíos, usando su influencia y contactos (también su dinero, con el que sobornó al gauleiter alemán), así como edificios alquilados con los fondos de la embajada que rotuló como «Anejo a la delegación española«. Los métodos que siguió los describió él mismo en el libro Los judíos en España:

Conseguí que el Gobierno húngaro autorizase la protección por parte de España de 200 judíos sefardíes (…) Después la labor fue relativamente fácil, las 200 unidades que me habían sido concedidas las convertí en 200 familias; y las 200 familias se multiplicaron indefinidamente, con el simple procedimiento de no expedir salvoconducto o pasaporte alguno a favor de los judíos que llevase un número superior al 200.

Así, de los 5.200 judíos cuya vida pudo salvar, sólo unos 200 eran de origen sefardí.

En agosto de 1944 envió al Gobierno español un informe en francés realizado por dos presos escapados, que detallaba el genocidio que estaba siendo cometido en el campo de concentración de Auschwitz. El informe iba acompañado de una carta de Sanz que confirma la autenticidad de lo relatado:

Su origen, pues, le hace sospechoso de apasionamiento. Sin embargo, por los informes que he podido obtener de personas no directamente interesadas en la cuestión y de mis colegas del cuerpo diplomático aquí acreditado, resulta que una gran parte de los hechos que en él se describen son, desgraciadamente, auténticos.

Giogio Perlasca

A finales de noviembre de 1944, el gobierno español, ante la inminente caída de Budapest en manos del Ejército Rojo, le ordenó abandonar el puesto y trasladarse a Suiza. Giorgio Perlasca, un veterano italiano de la Guerra Civil Española, ciudadano español honorario, que había estado ayudando a Sanz-Briz en sus tareas de protección de los judíos, continuó su labor utilizando documentos de identidad españoles falsificados por él mismo, en los que declaraba ser el cónsul español en Budapest. Perlasca consiguió que los judíos «españoles» siguieran a salvo hasta que el 16 de enero de 1945 los soviéticos entraron en Budapest.

Si Giorgio Perlasca continuó su labor y fue el primer colabarador de Sainz, no serías fieles a la historia si no relatáemos aquí a otros muchos de sus colaboradores.

Mientras están pergeñando su estrategia liberadora, Sanz Briz colabora, entre otros, con el embajador sueco Raoul Wallenberg. Este diplomático sueco había logrado convencer al Ministerio de Asuntos Exteriores de su país para que lo enviasen a Budapest con una misión clara: salvar judíos. A Wallenberg se le atribuye la vida de unos 40.000 judíos húngaros. Fue arrestado por los soviéticos tras la entrada del Ejército Rojo en Budapest, alegando que era un espía de la Office of Strategic Services (OSS). Falleció estando aún bajo su custodia y su muerte es hasta el día de hoy motivo de controversia

Sanz Briz cooperó también con el Nuncio Apostólico Angelo Rota, el cónsul suizo Carl Lutz y muchos otros diplomáticos que atendían una red clandestina de salvamento. Lutz había creado unos salvoconductos llamados “schutzbriefe”, unos suerte de visados de protección que, entre los judíos, tomó el nombre de “certificados de vida”. Éste fue el modelo que inspiró al zaragozano.

Los salvoconductos salvadores

Salvoconductos emitidos por Sainz

Como ya escribimos arriba, Sainz consiguió permiso para emitir 200 salvoconductos que por sus ideas crecieron como salvoconductos familiares.

Sanz Briz se implicó también frente a las nuevas autoridades nazis, según explicó en declaraciones hechas a una revista de Jerusalén:

«Al instalarse el nuevo ‘gautleider’ (jefe regional nazi) en 1944, le envíe una carta muy amable, y una importante suma de dinero, con el ruego de que fuese utilizada para ayudar a los refugiados de las zonas ocupadas por la Unión Soviética. Desde entonces conté con la ayuda y colaboración más decididas de esta importante autoridad, que dio orden expresa a sus milicianos de que respetasen a todos los edificios en los que apareciese un cartel indicativo de ser anejos o dependencias de la delegación de España».

Eso explicaría que, frente a la poca credibilidad que las autoridades daban en aquel momento a los salvoconductos que podían comprarse en otras delegaciones diplomáticas, los documentos que expendía la Embajada española casi las 24 horas del día eran respetados escrupulosamente.

El celo de Sanz Briz le llevó a sacar de los trenes que se dirigían a los campos de concentración a personas que ya contaban con un documento emitido en la embajada.

Su muerte

Tras dejar Budapest, Sainz ejerció como diplomático en otros muchos lugares (Egipto, Hungría, San Francisco (Estados Unidos), Washington, Lima, Berna, Bayona, Guatemala, La Haya, Bruselas y China), el último lugar fue en Roma. Durante su estancia en dicho destino, Ángel Sanz Briz fallece el 11 de junio de 1980. No era muy mayor. Le faltaban unos meses para cumplir sus 70 años. Con su muerte desaparecía un buen hombre, pero su huella por el mundo permanecería para siempre en la Historia de la Humanidad.

Reconocimiento a su obra

La labor de Sanz Briz ha recibido numerosos homenajes póstumos, entre ellos los celebrados en Budapest en 1994, donde se le entregó a título póstumo la Cruz de la Orden del Mérito de la República Húngara, y en 1995, en la sinagoga de la Quinta Avenida de Nueva York, donde la comunidad judía de la ciudad recordó su labor a favor de los judíos húngaros.

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En España, Ángel Sanz Briz fue el primer diplomático español que apareció en un sello de correos y el Ayuntamiento de Madrid colocó una placa en su memoria en el portal de su casa de la calle Velázquez, que reza lo que sigue:

“En esta casa vivió el embajador de España Ángel Sanz Briz, que salvó del Holocausto a miles de seres humanos en Budapest en el año 1944. Ayuntamiento de Madrid, 1996”.

Fue distinguido con diferentes medallas y condecoraciones, entre ellas con la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil, Comendador y Caballero de la Orden de Isabel la Católica y la Gran Cruz de Carlos III.

Pero, quizás, el más importante reconocimiento fue el recibido por el pueblo israelí , esto sucedió en 1991 cuando el Museo del Holocausto de Yad Vashem de Israel distinguió sus acciones y reconoció a sus herederos el título de Justo entre las Naciones inscribiendo su nombre en el memorial del Holocausto.

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Tras la constitución del Estado de Israel,se designa de manera oficial un programa de reconocimiento y distinción aprobado mediante una ley de 1953 por el Knéset o Parlamento israelí, y desarrollado a partir de 1963 por el Yad Vashem, la Institución creada para honrar a las víctimas y los héroes del Holocausto o Shoá, con el objeto de rendir el máximo honor a aquellas personas que, sin ser de confesión o ascendencia judía, prestaron ayuda de manera altruista y singular a las víctimas, por su condición de judíos, de la persecución emprendida por el régimen nacionalsocialista del Tercer Reich alemán y otros afines en Europa con anterioridad y durante la Segunda Guerra Mundial.

Estas personas reciben el título de «Justo entre las Naciones» o «Justo» que se les otorga, junto con otros privilegios, en nombre del Estado de Israel y del «pueblo judío», en forma de un diploma certificado y de la denominada «Medalla de los Justos» en la cual, una inscripción remite a una frase del Talmud que simboliza la fe en la Humanidad:

«Quien salva una vida, salva al Universo entero»
 
 
Entres los justos, al lado de este gran hombre figuran también sus colabores y otras grandes personas, por ejemplo:

Y aqui lo dejo, creo que esta es la entrada más larga que he escrito hasta la fecha en este blog; pero Angel Sanz Briz y todos los demás que, arriesgando su propia vida, actuaron como él para salvar vidas inocentes merecen no solo esto, sino mucho  más.
Los sefarditas, utilizando su nombre de pila, le pusieron el sobrenombre de “Ángel de Budapest”, resumiendo así lo que ellos decían con frecuencia: “¡El si llamava angel y bivio como un angel! ¡Que alma bendicha! (Él se llamaba Ángel y vivió como un ángel ¡Qué alma más bendita!). Pero no cabe duda de que todos y cada uno ellos fueron ángeles.
Descansen en paz y ojala vigilen este mundo para que nunca más nadie tenga que hacer lo que ellos tuvieron que hacer.

Fuentes: Wikipedia y google.

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