“La muerte tal y como la conocemos, no existe, solo es una ilusión”
A lo largo de la serie de artículos ya publicados en este lugar he tratado diferentes puntos de la existencia humana. El tema de la muerte es uno de los que menos gusta tratar. La mayoría de los seres humanos la temen ya que plantea siempre el interrogante: ¿Es la muerte el fin de todo o existe vida después de la muerte? Y si existe vida ¿qué tipo de vida es esa?
Para el grupo de los denominados materialistas la respuesta no puede ser otra que es el fin. Para aquellos que no creen en los espíritus, el Dioses o seres superiores del tipo que sea no existe otra respuesta posible.
Para nosotros, los místicos, que creemos que nada puede surgir de la nada; que un efecto inteligente precisa de una causa inteligente y que por ello la existencia de un Ser Supremo es vital para poder explicar de modo correcto la existencia del Universo; la respuesta es que la muerte es una ilusión, que es un paso más en el camino y que existe una vida después de la muerte.
Ahora bien, esa vida eterna nada tiene que ver o en nada se parece a lo que denominamos vida y que, realmente, deberíamos llamar vida material pues, dado que la muerte conlleva la destrucción del cuerpo material, la vida eterna no es material…al menos, no en el sentido de lo que consideramos materia en la Tierra.
A pesar de saber esto, muchos hombres siguen a temerla y es normal. El hombre teme lo desconocido, lo que no entiende y si algo existe que no es capaz de comprender es la muerte.
La razón por la cual nos horroriza la muerte no es otro que lo ya comentado de haber fijado nuestra atención en la desaparición del cuerpo físico; en olvidar que el Ser Humano es un ser compuesto y que el cuerpo físico no es más que un caparazón, un medio, una armadura, una interface necesaria para que el alma1 inmortal pueda interactuar con la materia.
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Antes de seguir hagamos un alto en algunas en las enseñanzas de la Orden Masónica. Corresponde al maestro el estudio de “a dónde vamos”, de la muerte; pero ya desde el grado de aprendiz se nos habla de la muerte como de un paso. En la cadena de unión abierta participan los hermanos en el Oriente Eterno (fallecidos); en el brindis del retejador se pide por la participación de los hermanos que están lejos o ausentes (es decir, que nos han dejado). Son tantas las referencias a la vida eterna que se podría afirmar que un masón que teme a la muerte no es un masón.
El masón camina con paso firme hacia la muerte, lo cual no implica que la busque; pero no la teme. Buscamos la Luz y esa Luz solo puede ser comprendida tras el paso por el portal de la muerte y la visión del Gran Arquitecto del Universo.
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El ser humano posee una parte material y una parte espiritual. No vamos a entrar ahora es si es un ser trinitario, quíntuple o septenario; cada escuela mística posee sus divisiones y nomenclatura; pero siempre es posible reducir todo a dos grandes grupos:
- Parte material: Física, grosera, impura, temporal…
- Parte espiritual: Etérea, sutil, pura, eterna….
En el momento de la muerte las partes que conforman el ser se separan. Lo inferior, lo material, ya no recibe la “energía vital” para seguir funcionando y comienza a desintegrarse. Esto es lo que vemos, lo que conocemos y lo que nos asusta.
La parte espiritual se “retira” y regresa a su hogar espiritual eterno. Es esta retirada lo que hace que muera la parte física ya que su misión ya se ha cumplido. El cuerpo físico es como el traje del espíritu, del alma: una vez usado y viejo deja de ser útil y se deshecha.
Pero esto que ha sido fácil de escribir no siempre es fácil en la realidad. Los seres humanos materialistas no comprenden lo que sucede, se anclan a la única vida que conocen. Parece que se yo inferior tome el control y poco a poco aceptará el paso. Los seres espirituales comprenden rápidamente la situación y se liberan de su cuerpo con la misma facilidad con la que tiramos la ropa vieja a la basura.
El tiempo necesario para que los materialistas se liberen es proporcional al grado de dicho materialismo. Si es creyente puede aferrarse a los lujos de su vida material pero pronto comprenderá que de nada valen los bienes materiales en la vida eterna. Pero ¿y si no cree en nada? En ese caso primero tendrá que creer…y eso puede llevar mucho, pero mucho tiempo. En tal caso se aferra a la Tierra y da lugar a los espíritus que pululan por la tierra creyendo que siguen vivos. El concepto de fantasma que vive en una casa embrujada podría acercarse a este tipo de espíritus que vagan por la tierra sin darse cuenta de su verdadera situación. Pero más pronto o más tarde, todos comprenden la situación.
Este tiempo entre la muerte y la aceptación es sufrimiento. El individuo se cree aún vivo y trata de actuar como tal, no comprende lo que sucede, no comprende porque nadie le hace caso. Ni que decir tiene que una muerte inesperada por accidente contribuye a este estado de negación de la misma y la que la muerte calma, esperada y consciente, como la vejez, ayuda a su aceptación.
Si alguna vez el cine ha retratado esa negación a la muerte de modo claro ha sido en la película Ghost, cuando el protagonista acaba de morir asesinado y, más recientemente, en “El sexto sentido” donde el protagonista no lo acepta hasta el final mismo de la película, donde, de paso, nos enteramos de ello.
Así pues, hemos muerto. Estamos en el cielo, en la casa espiritual o como prefieran llamarlo. Y ahora ¿qué?
Para algunas religiones nada pasará. Toca esperar el fin del mundo, momento en el cual todos resucitaremos para siempre. Estas religiones no aceptan la vida del espíritu sino que la vida eterna será material después del fin del mundo predicho por sus libros sagrados.
Desde el punto de vista místico esa idea es absurda a más no poder. De ser cierto implicaría que lo perfecto, lo que tras el fin del mundo quedará, será de nuevo lo material. Si el espíritu es inmaterial y puro, regresar a la materia no tiene sentido alguno para él. Para el místico es justo lo contrario. La vida en las regiones del espíritu es la verdadera vida, la eterna y, en el fin del mundo, no serán los espíritus los que regresen a la Tierra a reencarnarse sino que los reencarnados en ese momento se liberarán e irán al mundo espiritual.
Podríamos tocar aquí y ahora el tema de la reencarnación, si volvemos o no de manera periódica a la vida física; pero eso lo vamos a dejar para otra entrada de esta columna.
Lo que debe quedarnos claro es que la muerte no existe, que es solo una ilusión. Que solo desaparece la parte física pero no la espiritual y que, por tanto, nada tenemos que temer de la muerte.
3 comentarios
Muy interesante lectura, y quiza mal interpretando lo que he escuchado sobre budismo que todo es una ilusion y lo unico valido es el momento consciente, tanto la muerte (pasado) como la vida en espiritu despues de muerto (futuro) aun no son o fueron y por lo tanto son ilusiones y que el estar aqui (mundo material) nos provoca apegos y de ahi nuestra retincencia a morir. Caray sin embargo siento y creo en esa vida posterior, seguiremos con las lecturas quet an amablemente nos proporcionas. gracias.
Q.:H.: Mario, muy interesante este articulo.
T.:A.:F.: TU H.: Luis Siciliano de los valles de Miami.
Muy buen artículo. Pienso que la muerte no existe. Al abandonar nuestro cuerpo físico, operan las fuerzas de repulsión y nuestra materia se desintegra pasando a integrar parte de otras cosas mediante la fuerzas de cohesión y atracción. Nuestro polvo alimentará la vida vegetal y liberará partículas al aire, será polvo universal pronto para formar parte de otras formas. Me gusta más la palabra transición. Somos parte del Uno, y la transición constituye la vuelta al Uno. Si muriéramos el Uno sería imperfecto e incompleto por lo tanto perdería toda las «omni» que le atribuímos. Somos parte del todo, por lo tanto nuestro pasaje por la vida terrenal es una ida y vuelta.
T.’.A.’.F.’.
Alejandra