El ser humano viene a este mundo desnudo. No solo en el sentido físico sino también en conocimientos. Tenemos la dura tarea de aprender a controlar el cuerpo que habitamos e interpretar las impresiones que los órganos receptores de cada uno de los cinco sentidos envía a nuestro cerebro. Tras esa fase de adaptación y control, comenzamos a fijarnos en el entorno que nos rodea y a plantearnos preguntas. Necesitamos saber qué hacemos aquí, de dónde venimos y a dónde vamos, porqué existe el Universo, cuando nació y que había antes…y que habrá a su fin.
Buscamos respuestas “seguras” a todos estos interrogantes – y muchos otros – recurriendo a la ciencia solo para darnos cuenta que muchas veces no da respuesta o la respuesta es ambigua; que no es tan “segura” como esperábamos. Así la Ciencia es incapaz de decir con exactitud de dónde venimos y porqué vivimos. Es cierto que conoce que estamos formados por células y el que el cerebro se comunica por impulsos eléctricos a través de sus neuronas; pero poco más. ¿Qué hace realmente que un conjunto de células sea un ser vivo? ¿Cuál es la clave para que un cuerpo esté vivo o muerto? Cuando alguien muere, su cuerpo es el mismo que un segundo antes ¿Qué ha perdido para que la vida ya no le anime?
Los místicos, filósofos, teólogos…han buscado la respuesta a estos interrogantes que la Ciencia oficial no puede responder. El problema radica en que la Verdad solo puede ser una y cada autor – cada escuela – ha dado la suya negando todas las demás. Esta es mi verdad, aquella la tuya y esa la de ellos…. ¡pero solo la mía es la Verdad! Nada hay que afirme o contradiga las diferentes versiones pero sus defensores se autoexcluyen. Los que aceptan las teorías cristianas niegan las budistas y estos las judías y estos las musulmanes…y así siguen.
El problema es que la Verdad tiene que englobar el infinito, el Universo, lo ilimitado y nosotros, humildes seres mortales, poseemos sentidos, cerebro y aparatos científicos limitados. ¿Cómo pretender comprender lo ilimitado con lo limitado? ¿Por qué no ser incluyentes en vez de excluyentes? ¿Por qué no aceptar que todos podemos tener una parte de la Verdad en vez de ser tan soberbios y pensar que nuestra limitada verdad es la Verdad?
La fábula del Elefante Sagrado Blanco, de origen hindú, ilustra a la perfección como tomar nuestra verdad como la Verdad solo nos aleja de ella. La historia comienza hablando de tres sabios que buscaban el Elefante Sagrado Blanco que representaba a la Verdad Suprema. Ya ancianos, venerables e inquietos, proseguían juntos su búsqueda con la particularidad de que todos ellos eran ciegos de nacimiento; pero eso, lejos de amilanarlos solo había sido un acicate más para su misión pues afirmaban que muchas veces son los propios ojos los que nublan y ciegan la realidad engañándonos sutilmente.
“Porque para los ojos físicos todo son apariencias; pero para el sabio que reconoce esto, mira con los ojos del Alma, con los ojos de la intuición. Cuando así sucede, las apariencias se desvanecen y la esencia queda desnuda, nada queda oculto a los ojos del Alma”
Tras años de peregrinaje llegaron a una ciudad donde un anciano les indicó un bosque donde el Elefante Sagrado Blanco siempre iba a descansar. Salieron hacia allí con la alegría renovada en su corazón y cayendo la tarde, ya exhaustos, oyeron al Elefante y sintieron la inmanente presencia de su Gran Verdad. Ciegos y todo se abalanzaron a la carrera hacia su místico encuentro.
Uno de los sabios se abrazó a la trompa, otro a su pata trasera y el tercero lo hizo a una de las orejas porque el Elefante Sagrado estaba recostado sobre la hierba descansando. Cada uno experimentó un conocimiento místico y regresando a la ciudad se reunieron alrededor de un fuego para intercambiar opiniones:
- “La VERDAD es larga y flexible; por ello puede variar” – dijo el que había abrazado la trompa.
- “No es cierto” – dijo el que había abrazo la pata – “La VERDAD es dura y firme, inmutable e inamovible”
- El tercero, indignado, dijo “La VERDAD es fina y amplia, sutil y del todo inabarcable”
Así, por vez primera, los tres sabios no se entendían, seguros como estaban cada uno de tener la razón. Cada uno optó por viajar solo y difundir su verdad creando su propia escuela, que pronto se difundió. Los tres habían tocado la VERDAD y la predicaron con honestidad pero no la habían percibido en su totalidad; tomaron una parte por el Todo y así, aunque sinceros en la búsqueda y el servicio posterior, fueron víctimas de la limitación del hombre para comprender lo infinito – representando aquí por la ceguera que les impedía ver al Elefante Sagrado en su totalidad. La VERDAD era inclusiva y no exclusiva.
Los iniciados de todas las escuelas suelen creer que solo su escuela es la garante y depositaría de la Verdad. Pocos son los maestros que son capaces de ver que la Verdad es tan infinita que cada escuela no es capaz de abarcarla en su totalidad y el hombre sabio no tiene más remedio que ser incluyente y tomar las verdades de cada escuela intentando conformar el Todo a partir de las partes.
El hombre se resiste a aceptar que en la búsqueda que emprendemos hacia la compresión de lo que somos, del porqué de las cosas, de la vida y la propia existencia del Universo y su Creador…partimos con una evidente y profunda ceguera. Los cinco sentidos pueden ser engañados y la mente se doblega ante la incapacidad de comprender lo infinito y lo inmaterial.
Pretender abarcar toda la Sabiduría, conocer la Verdad, con una limitada mente humana es una utopía. Tener una profunda experiencia con lo Divino, experimentar la transcendencia, no implica englobar todo lo que ello es. Ni es posible limitar lo que es ilimitado. No podemos coger a Dios y encerrarlo en un Libro Sagrado – sea el que sea: Biblia, Corán, Vedas… – y decir después que “Es la Suprema Palabra de Dios Incuestionable y Veraz”. ¡No! No podemos hacerlo porque no es posible expresar lo infinito con un finito lenguaje humano.
Pero lo hicimos, nos apropiamos de la Verdad haciendo de la nuestra la única cierta cegados por nuestra estrechez mental. Mi verdad, y solo mi vedad, es la VERDAD. Nos hicimos excluyentes y en poco tiempo llegamos a los fanatismos. En nombre de la Verdad la raza humana ha conocido horrendas guerras.
Aprendamos ya que la VERDAD es ilimitada. Que mi verdad, tu verdad, su verdad…no es más que una limitada parte de la ilimitada VERDAD.
Aprendamos que en esta búsqueda el camino a trillar es el incluyente y no el excluyente.