NOTA: Esta serie de trabajos se basan en lo expresado en la obra de Francisco Redondo Segura “La Luz Diamantina”. Libro gratuito y que pueden descargar desde https://hermandadblanca.org/libro-la-luz-diamantina-de-francisco-redondo-segura/
“El Espíritu trabaja sobre la materia por medio del Alma “
Lo primero que tenemos que tener claro es que para los místicos las palabras Alma y Espíritu no designan la misma cosa. El Alma es el intermediario que permite el enlace entre el mundo físico y el mundo espiritual. Todo pasa por las manos del Alma cuando se habla de comunicación entre el Cielo y la Tierra o entre la Tierra y el Cielo.
Podemos ver el Alma como un espejo o reflejo de Espíritu en el mundo inferior y cuando se manifiesta lo hace en toda su magnificencia porque es capaz de vislumbrar la imagen más divina del Ser Humano. Transcender y contactar con nuestra Alma es ir más allá de nuestra personalidad física; es polarizarnos con ella y comulgar con la Luz y el Amor más puro del Creador. El Alma Divina que poseemos se denomina muchas veces como YO superior. La integración Hombre- Alma se refleja a la perfección en los grandes maestros como Jesús 1 o Buda 2 y a quienes la Humanidad se suele referir como Almas o Espíritus puros (aunque ya sabemos que Alma y Espíritu no es lo mismo). Así, cuando Jesús dice “Yo soy el camino que lleva al Padre” lo que realmente nos está diciendo es que solo a través del Alma podemos alcanzar el Espíritu.
Al ser la intermediaria, el Alma contiene en si misma dos aspectos bien marcados; es decir, es dual. Por un lado se interrelaciona con lo Superior – El Espíritu – y por otro lado hace lo propio con lo Inferior – El cuerpo. Una parte se relaciona con lo Divino y otra parte con lo Humano. Un Alma Divina y un Alma Humana. Una sola Alma expresándose de dos maneras diferentes. Una se expresa en el plano Superior – Alma Divina – y carece de apego a lo material y las posesiones, se encuentra iluminada por el Espíritu. La otra se expresa en el plano Inferior – Alma Humana – y posee todos los apegos humanos necesitando ver el espejo del Alma Divina para evolucionar hacia ella.
El Espíritu trabaja sobre la materia por medio del Alma.
El Espíritu – que es puro – no puede alcanzar el plano físico; precisa del Alma para ello. Todo vibra y la vibración espiritual es mucho más elevada que la material. Solo el Alma tiene la posibilidad de descender y alcanzar la materia para transformarse en el instrumento de trabajo del Espíritu. A través del Alma se modela, forma y ordena la materia. Sin Alma no hay nada que hacer. Sin Alma, el Espíritu no tiene poder alguno sobre la materia.
Nuevamente, los grandes maestros no lo han dicho siempre y si empleo los ejemplos de Jesús solo se debe a la zona de la Tierra donde he nacido y que ha hecho que su figura y enseñanzas me sean más cercanas y familiares. Pero sus mismas enseñanzas pueden ser encontradas entre los musulmanes, budistas o los maestros y chamanes de los Indios Americanos. Como Alma pura que era, Jesús dijo: “Yo soy el Alfa y el Omega; todo pasa por mí”. El mensaje no puede ser más claro si me han leído con atención: todo pasa por el Alma. Pero si no estaba claro nos basta saber que en hebreo Alfa y Omega se representan con las letras Aleph y Tav y que Aleph quiere decir “aquel que hace pasar los elementos de la Tierra al Cielo y del Cielo a la Tierra”
Ahora bien, todo esto no es más que teoría para nosotros. El Alma hay que conocerla, hay que vivirla. El Alma es un “cuerpo luminoso”, de energía, tenue, sutil…pero un cuerpo a fin de cuentas. Por lo tanto también desaparece con la muerte, momento en el cual solo permanecerá el Espíritu, lo inmaterial. E aquí un buen dato para diferenciar el Alma del Espíritu; la primera es mortal, el segundo es inmortal.
Ahora dejemos trabajar a nuestra Alma. Como intermediaria que es, permitamos que construya el puente necesario para poner en evidencia todo el potencial de nuestra espiritualidad y consagrar así todo lo que hagamos al bien común de toda la Creación. No solo de la Humanidad sino de todo el Universo en su conjunto y del cual no somos más que una ínfima parte. Este proceder es el camino hacia la Luz.
Próxima entrega: Estudio del Ser Humano ( 3 de 4 ) – El Alma y su dualidad.
<
p style=»text-align: justify;»>Notas
- Jesús de Nazaret, también conocido como Jesús, Cristo o Jesucristo, es la figura central del cristianismo y una de las más influyentes de la cultura occidental. Según la opinión mayoritariamente aceptada en medios académicos, basada en una lectura crítica de los textos sobre su figura, Jesús de Nazaret fue un predicador judío que vivió a comienzos del siglo I en las regiones de Galilea y Judea, y fue crucificado en Jerusalén en torno al año 30, bajo el gobierno de Poncio Pilato. Para la mayoría de las denominaciones cristianas, es el Hijo de Dios y, por extensión, la encarnación de Dios mismo. Su importancia estriba asimismo en la creencia de que, con su muerte y posterior resurrección, redimió al género humano. El judaísmo niega su divinidad, que es incompatible con su concepción de Dios. En el islam, donde se lo conoce como Isa, es considerado uno de los profetas más importantes.
- Sidarta Gautama, más conocido como Buda Gautama, Sakiamuni, o simplemente el Buda, fue un sabio en cuyas enseñanzas se fundó el Budismo. Nació en la ya desaparecida república Sakia en las estribaciones del Himalaya. Enseñó principalmente en el noroeste de la India. Debido a ciertas interpretaciones erróneas muy comunes, debe enfatizarse que el Buda Gautama no es un dios. Esto no sólo fue asegurado por el mismo Sidarta Gautama, sino que también la cosmología budista hace esta distinción al afirmar que únicamente los humanos —pero no se limita a esta humanidad en particular— pueden lograr el estado de buda, pues en estos reside el mayor potencial para la iluminación.