Atreverse a ser libre

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libreAquellos que no son iniciados y aquellos iniciados que no comprende el camino tienden a pensar que los maestros poseen conocimientos secretos que les permiten realizar magias impensables. La realidad es que no hay un secreto sino muchos, en el sentido de que cada maestro ha encontrado su explicación a lo que buscaba. Por añadidura, esto implica que es imposible comunicar el secreto a nadie, es personal e intransferible, el maestro tan solo puede indicar el camino y ha de ser el iniciado el que lo transite y encuentre su propio secreto en el periplo.

Pero para realizar lo dicho uno ha de atreverse a caminar, ha de dirigir su pensamiento hacia el fin que persigue y no desfallecer. Nuestros pensamientos ocupan nuestra cabeza las 24 horas del día porque incluso dormidos pensamos y tenemos sueños. Por lo tanto comencemos a dirigir nuestro pensamiento, eduquemos lo que pensamos y comencemos el camino.

Lo primero es sencillo: no dejemos que las emociones innecesarias nos distraigan. Olvidemos el miedo, el aburrimiento, la desconfianza, los celos. Todo ello nos agita y nos pone en situaciones estresantes totalmente inadecuadas para poder aprender y elevarnos hacia la transcendencia que buscamos. No alimente los pensamientos negativos. No se trata de negarlos, porque están ahí, pero no les demos comida para que crezcan, pongámoslo a dieta para que adelgacen y sean imperceptibles.

Lo segundo ya es más complicado: hay que tener el valor de cambiar. Hay que dar el paso y no solo desearlo. De nada vale desear mejorarse si no hacemos nada para lograrlo. Esto no es como un tren que se espera en la estación y sabemos que va a  aparecer; es más bien como un camino por el cual caminamos sin saber si alguna vez alguien nos va a ayudar recogiéndonos en su coche. Tenemos que cambiar nuestra manera de pensar, hacernos libres y lanzarnos a la aventura. En ese camino nos encontraremos con personas que nos anteceden y con otras que nos  seguirán, nos cruzaremos con algunas en las bifurcaciones de los caminos, recorremos trozos al lado de algunos, aprenderemos de unas y enseñaremos a otras….es una aventura siempre alegre y que reporta  alegrías. Pero hay que atreverse a ello.

Richard Bach[1], en su libro, “Ilusiones” nos cuenta una historia interesante:

 “Una vez había una aldea de criaturas en el fondo del lecho de un gran rio cristalino. La corriente del rio pasaba silenciosamente por encima de todos ello, ricos y pobres, buenos y malos. Cada criatura, a su modo, se agarraba fuertemente a las plantas y piedras del lecho del rio, pues agarrarse era su modo de vida y de resistir a la corriente, lo cual aprendieran desde que nacieran. Más una de estas criaturas dijo, por fin:

– Estoy harto de agarrarme. Aunque no pueda ver con mis propios ojos, espero que la corriente sepa hacia donde va. Voy a soltarme y dejar que ella me lleve a donde quiera. Si sigo agarrado moriré de aburrimiento.

Las otras criaturas se rieron y le dijeron loco. Si te sueltas – añadieron – esta corriente te lanzará sobre las piedras y su muerte será más rápida que la causada por el aburrimiento.

 Pero él no les hizo caso, se soltó y fue lanzado sobre las piedras. Con el paso del tiempo, como había rechazado el volver a agarrarse, la corriente acabó por levantarlo, lo libró del fondo y no se lastimó más. Las criaturas que lo vieron exclamaron:

–  ¡Vean, un milagro! Una criatura como nosotros y está volando. Es el Mesías que llega para salvarnos.

Pero él les respondió: No soy más Mesías que vosotros. El río tiene el placer de levantarnos hacia la libertad si tenemos el valor de soltarnos. Nuestro verdadero trabajo es este viaje, esta aventura”

Esa es la clave del gran secreto que todos buscan y creen que los maestros poseemos. Hay que atreverse a buscarlo y por ello no podemos darlo a nadie que lo pida. No es que no queramos, es que no podemos. Los profanos y los recién iniciados suelen agarrarse con firmeza a lo que conocen, a todo aquello que les han enseñado como normal o como modo de vida. Someten su voluntad a lo que se supone normal en la sociedad donde viven en vez de usar su voluntad para modificar aquello que no  les gusta y hacer una sociedad mejor y más evolucionada.

En cierto modo, todos se agarran a las plantas del fondo del rio para evitar que la corriente les lleve. Tienen miedo a los cambios, a los nuevos rumbos y a los nuevos mundos que podrían conocer y que se antojan siempre menos seguros que lo conocido. Sin embargo nuestro Yo interior desea más y más, sabe que existe mucho más que aquello que nos ha dicho y, ante nuestra cerrazón la mente enferma. Porque la mente no está confinada a nuestros mezquinos límites conocidos y materialistas. Nuestra mente ansia ampliarse, crecer y tocar el Universo, precisa conocer y transcender, precisa ver la Luz y la Verdad.

El problema está en la mente y, aunque nos duela la cabeza, o tengamos acidez de estómago por el estrés creado, no adelanta sanar solo el cuerpo, porque cualquier terapia no sería definitiva. El primer paso para una verdadera curación está en el cambio interior, en la capacidad de saber procurar la propia felicidad en la compresión y en la adaptación constante a situaciones que se nos presentan. Y esta situación es clara: queremos saber más, queremos liberarnos de los límites sociales establecidos e ir más allá. Queremos subir la montaña y ver lo que hay del otro lado, en definitiva, queremos “ver mundo

 La mente necesita liberarse, aprender a curtir la maravillosa experiencia que es vivir porque, si  – como en el cuento – nos  soltamos de las plantas del fondo del rio, nos levantaremos hacia la libertad de nuestro verdadero trabajo, hacia ese viaje y esa aventura que es la vida, la vida real: nuestro autoconocimiento.

Por lo tanto, si aún vive enredado en mil problemas que le estorban su camino, llegó la hora de parar, decir basta y poner remedios. Y solo depende de usted. Reserve algunos instantes de su tiempo para olvidarse totalmente de los problemas del día a día y tome consciencia de que usted es el señor absoluto de su vida, de su destino. Y, sobre todo, adquiera la seguridad interna de que dispone de la mayor arma para modificar todo lo que le rodea: su pensamiento.

Comience poco a poco, un planning adecuado podría ser el siguiente:

  • Tome control de su tiempo para tener un tiempo, por poco que sea, dedicado en exclusiva a usted. En ese momento nadie debe interrumpirle, usted no está disponible para nadie más que usted.
  • Seleccione lo que debe cambiar porque no puede cambiarse todo en un segundo, los cambios son graduales, poco a poco y unos requieren más tiempo que otros.
  • Cree, mentalmente, las situaciones que juzga favorables para su paz, su tranquilidad y la de todos los que le rodean.
  • Aplique a su vida las conclusiones a las cuales llegará y empezará el cambio, empezará la magia.

Usted se habrá liberado, será visto como el Mesías del cuento, pero usted sabe que no lo es, tan solo habrá tenido el atrevimiento de liberarse para lograr, con el maravilloso don que posee – su pensamiento – la mayor de las magias: la transmutación de una vida agitada y atribulada en una vida llena de paz y realizaciones.

No lo dude, usted debe atreverse a ser libre.

 

NOTAS

[1] Richard David Bach (Oak Park, Illinois, 23 de junio de 1936 (79 años) es un escritor estadounidense. Es ampliamente conocido por sus populares novelas del decenio de 1970: Juan Salvador Gaviota e Ilusiones, entre otras. Los libros de Bach exponen su filosofía de que nuestros aparentes límites físicos y mortalidad son solo apariencias.

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