Las siete artes liberales (4 de 8) – Trivium III – Retórica.

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 El ser humano es un animal social y parte de la sociabilidad  depende de la mayor o menor facilidad de comunicación que podamos tener con nuestros semejantes. Cuando todo va bien es sencillo conversar con los demás; pero cuando aparecen los problemas es necesario también convencer a nuestro interlocutor de las razones que hemos tenido que tomar y/o ejecutar para dar solución al problema. Esto ya no es tan simple, no llega con hablar, hay que saber hablar, hay que hacerlo con propiedad y convicción y, sobre todo, mostrando que tenemos confianza en nuestros argumentos: en resumidas cuantas, tenemos que ser retóricos.

La retórica se puede definir como el “Arte de expresarse con corrección y eficacia, embelleciendo la expresión de los conceptos y dando al lenguaje escrito o hablado el efecto necesario para deleitar, persuadir o conmover.”

No se sabe muy bien donde nació la retórica ni cuando, si bien es muy probable que sea tan antigua como el  hombre ya que siempre uno ha tenido que convencer al otro; pero lo que si podemos decir es que, desde el punto de vista de los historiadores, la retórica tiene su origen en la Grecia clásica donde se entendía, en palabras de los tratadistas clásicos, como el ars bene dicendi, esto es, la técnica de expresarse de manera adecuada para lograr la persuasión del destinatario. Posteriormente fue muy empleada en Roma donde para poder moverse en el Senado había que ser hábil en el arte de la elocuencia.

Si nos ceñimos a los conceptos meramente históricos, se dice que la retórica nació en la antigua Grecia alrededor del año 485 a. C. en la ciudad siciliana de Siracusa, cuando Gelón y su sucesor Hierón I, expropiaron las tierras a sus ciudadanos para adjudicárselas a miembros de su ejército personal. Más tarde, con la llegada de la democracia y el derrocamiento de los tiranos, los perjudicados pretendieron recuperar sus propiedades, y esta situación provocó una serie de pleitos en los que se manifestó la importancia de la elocuencia o arte de hablar bien y persuasivamente para conseguir las recuperaciones pretendidas. Así pues, su origen no está vinculado a lo literario sino a lo judicial, y estrechamente relacionado con lo político: la palabra pública y libre se relaciona con la retórica.

La retórica demostró pronto su utilidad como instrumento político en el régimen democrático, siglo V a. C., divulgada por profesores conocidos como sofistas, entre los cuales los más conocidos fueron Protágoras de Abdera y Gorgias. Para estos maestros de retórica que fueron también filósofos, no existe una única verdad y con el lenguaje sólo se pueden expresar cosas verosímiles.  Sin embargo, otros como Platón o Sócrates la criticaron fuertemente.

Tanto para Platón como para su maestro Sócrates, la esencia de la filosofía reposaba en la dialéctica: la razón y la discusión conducen poco a poco al descubrimiento de importantes verdades. Platón pensaba que los sofistas, que empleaban la retórica, no se interesaban por la verdad, sino solamente por la manera de convencer.

Pero estas oposiciones de poco valieron y en la antigua Grecia se desarrollaron lo que podríamos denominar tres estilos de retórica:

  • Jurídica defensiva: Solón estableció que cada persona debía defenderse en persona ante un tribunal, lo que llegó a la aparición de los logógrafos, unos artesanos que se dedicaban a confeccionar discursos para quienes no sabían hacerlos a cambio de un dinero. Así autores como Antifonte, Lisias (que destacó por su naturalidad y aticismo), Iseo (famoso por su habilidad en la argumentación) y el más famoso de todos ellos, Isócrates, fueron logógrafos. Éstos poseían también una preocupación estilística y procuraban que el estilo del discurso se ajustara a la personalidad y condición social de quien debía memorizarlo y pronunciarlo.
  • Deliberativa: En los siglos V y IV a.C., el sistema político ateniense era la democracia radical que consistía en que todo ciudadano ateniense mayor de edad y varón podía exponer en la Asamblea sus puntos de vista sobre los asuntos de la polis. Para poder hablar en la Asamblea era necesario ser un orador excelente.
  • Epidictico: El tercer género retórico que se desarrolló en Atenas abarca los discursos que tienen lugar en ocasiones especiales, por ejemplo, en un funeral y cuyo principal objetivo es reforzar los valores de una comunidad. El discurso Epidíctico más importante de la Atenas Clásica es el Discurso Fúnebre de Pericles.

Podríamos seguir nuestra clase de historia sobre la retórica comentando la oratoria de Cicerón o hablar de los doce libros de Quintillano de Instituciones oratorias o, ya más recientemente, citar la obra Elementos de retórica literaria, de Heirnisch Lausberg, publicado en 1975 en España. Sin embargo, no lo haré, si el lector desea profundizar en la evolución histórica de la retórica existe bibliografía más que suficiente para que pueda sumergirse en dicho mar cuando lo desee.

Para terminar veamos como deberíamos estructurar un discurso o exposición para que su retórica fuera correcta, otra cosa es que logremos el objetivo buscado. La elaboración del discurso verbal y su exposición ante un auditorio son aspectos que exigen la atención a cinco dimensiones que se complementan entre sí:

En cuanto a estructura lingüística, el discurso está conformado por la inventio, la dispositio y la elocutio;

En cuanto a actividad oral, el discurso está configurado por la memoria y la actio.

  • Invetio: Establecer los contenidos del discurso, es decir, seleccionar de los temas que dominamos mejor, aquellos que pueden ayudar a convencer al auditorio de lo que nosotros queremos.
  • Dispositio: Como vamos a estructurar el discurso. Generalmente se suele dividir en tres partes.
    • Exordium o parte inicial donde se presenta el objetivo a lograr y se busca captar la atención. Debe ser clara y breve.
    • Narratio donde se expone la tesis del que habla, es la parte más extensa y debe narrar todo lo necesario para que el oyente puede comprender después las argumentaciones finales del narrador.
    • Argumentatio donde se dan las razones que sustentan la tesis. Aquí se exponen todas las pruebas que confirmar lo que hemos narrado y se puede aplicar – se debe aplicar – la dialéctica adecuadamente. Dentro de este punto podemos hablar de la peroración, que busca inclinar la voluntad del oyente hacia nuestro favor ya sea suscitando afectos, compasión, piedad….
  • Elocutio: Es el modo de hablar, es decir, el como presentamos todo lo anterior. Debemos hacerlo de modo vistoso haciendo uso de las figuras literarias expresivas como  paráfrasis, paradojas,  evidentia, demostratio….
  • Memoria: Que voy a decirles aquí que no sepan. Evidentemente, los discursos tienen más impacto si uno se los sabe de memoria que si tiene que andar leyendo unos papeles. Dado que no todos disponemos de una buena memoria natural se hace necesario recurrir a la memoria artificiosa, es decir, aplicar reglas de mnemotecnia.
  • Actio: El que habla retóricamente debe tener algo de actor, es necesario interpretar el discurso, modular la voz para resaltar lo que nos interese y gesticular adecuadamente, todo ello en consonancia con el contenido del texto.

Y aquí lo dejo querido lector, ahora es su turno de estudiar. Con esta entrega hemos terminado las tres artes liberales que componen el Trivium. La próxima entrega comenzaremos con las que componen el Quadrivium.

Próxima entrega: Las siete artes liberales (5 de 8) – Quadrivium I – Aritmética

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