«La sinceridad es la raiz de todas las Virtudes»
John Ruskin
El termino sinceridad proviene del latín sinceritas, y se define como el modo de expresarse sin mentiras ni fingimientos. Ser sincero implica decir la verdad; pero la práctica de este concepto no es sencillo. Las convenciones sociales impiden muchas veces ser todo lo sinceros que deberíamos con familiares, amigos, empleados o jefes. De serlo se nos puede tachar de mal educados
Por qué a veces sentimos que no podemos ser sinceros con quienes nos rodean? La raíz del problema, quizás, es que siempre encontramos respuestas a esta pregunta; «porque mi puesto de trabajo corre peligro», «porque no tenemos una relación tan cercana», «porque nadie me ha pedido mi verdadera opinión«.
Sin embargo, no debemos olvidar que la cualidad que consiste en expresarse con sinceridad se conoce como honestidad. La persona honesta respeta la verdad y establece sus relaciones bajo este par£metro moral. Sin embargo, es posible engañarse a uno mismo, hacernos creer que somos seres honrados y sinceros, a pesar de estar muy lejos de lucir estas virtudes.
Las denominadas «mentiras piadosas» son un ejemplo de falta de sinceridad aceptada por todos. Es muy cuestionable que esto sea bueno pues tarde o temprano el engaño se descubre y la persona engañada puede o no comprender los motivos por los cuales se le ha mentido. Siempre es preferible una verdad dura y sincera que una mentira piadosa que será descubierta. La verdad duele; pero, ¿no duele más descubrir que nos han engañado?
Todo esto que decimos en términos generales sobre la sinceridad con los demás es mucho más importante, si cabe, entre los hermanos, amigos íntimos… Si no podemos ser enteramente sinceros con ellos, es preferible retirarnos. Cuando estrechamos o abrazamos a un hermano, amigo….le estamos diciendo que seremos sinceros con él y que deseamos lo mismo para nosotros. Ni él te puede fallar ni tú le puedes fallar. Hemos de decirnos la verdad mutuamente porque solo sabiendo la verdad es posible corregir errores o fallos que quizás no hemos visto y que otro si lo ha hecho. No debemos ver esa verdad – ni debemos decirla – como un reproche hacia nosotros sino como una ayuda para poder emplear los medios a nuestro alcance para darle solución al defecto descubierto.
No olvidemos que todas las organizaciones iniciáticas (masonería, rosacruces, … ) nos dicen que todos y cada uno de nosotros somos imperfectos y que nunca llegaremos a ser perfectos pues solo Dios, El Creador, el Ser Supremo o como ustedes le definan lo es. Pero en nuestra imperfección podemos ir mejorando gracias al libre albedrío que nos permite elegir entre lo correcto (el bien) y lo incorrecto (el mal); que nos permite pulir nuestra piedra eliminando los vicios y fomentando las virtudes
Como ya he comentado, la Masonería ( y otras ordenes iniciáticas) no pretenden que nadie alcance la Perfección pues esta solo está disponible en el Oriente de donde viene la Luz y hacia donde nos dirigimos. Es decir, solo la posee el Gran Arquitecto del Universo. Podemos tomarla como Luz, como espejo en el cual mirarnos a cuya imagen queremos acercarnos; pero poco más, realmente muy poco más.
La sinceridad es la base más importante en el proceso de la virtud. Como dice John Ruskin «La sinceridad es la raíz de todas las virtudes«. La sinceridad nos permite reconocer a los Hermanos que estudian, que se preocupan o se interesan por perfeccionarse y avisar a los que no lo hacen de su fallo para que puedan corregirse. Si no somos sinceros con los demás no podremos serlo con nosotros mismos.
Pulamos con sinceridad nuestra piedra bruta antes de indicar a los demás como pulir la suya