Herramientas masónicas (5 de 8) – La plomada.

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El SEÑOR me mostró otra visión:
Estaba El de pie junto a un muro construido a plomo,
y tenía una cuerda de plomada en la mano”.
Amos 7:7

La “Enciclopedia de la Francmasonería”, de Albert Gallatin Mackey, destaca que La Plomada “Es el símbolo de la rectitud de conducta, e inculca esa integridad debida, y senda sin desvío de la rectitud moral que sólo distinguen al hombre bueno y justo”.

Aplicando la plomada en nuestras decisiones debemos ser como ella, recta y justa. La plomada no admite desviaciones pues se rige por una Ley Natural inmutable, la ley de la gravedad. Ley que nadie puede ignorar ni dejar de cumplir. Así, al igual que la plomada no puede más que, atraída por la gravedad, marcar una línea recta perpendicular al suelo; así nosotros debemos tener un comportamiento recto, justo, bondadoso, moderado, sabio y estrictamente apegado a la verdad.

He conocido a mucha gente culta, con grandes conocimientos sobre los más diferentes temas que, a la hora de aplicarlo lo hace solo en su propio beneficio, ignorando – cuando es necesario – la igualdad, la equidad y la justicia de las acciones realizadas sobre la vida del resto de la humanidad. Es un comportamiento egoísta que refleja una vez más que conocimiento y sabiduría no siempre van de la mano. Debemos tener presente que el conocimiento no es de ninguna utilidad sino se refleja en la conducta y se lleva a la práctica. El conocimiento que se aplica a la práctica es Sabiduría.

Sin embargo, sin la plomada que todo lo alinea con la Ley Natural, de poco nos pueden servir el resto de herramientas. Nos enseña claramente que existen leyes que no podemos eludir y que sin cumplirlas nada más es posible. Por muchas piedras que tengamos, por muy cúbicas que estas sean, si no hacemos uso de la plomada, la pared o torre construida fuera de la verticalidad acabará por caer. Aprendamos pues de la humilde plomada que aceptar leyes no siempre es sucumbir a los deseos de otros seres humanos, no siempre es rebajarse ante el poder Divino o de la Naturaleza, sino que es reconocer que existe una sabiduría intrínseca en cada ley Natural que permite una evolución y la existencia de un camino que permite nuestra elevación hacia la Luz. La Leyes Naturales, y las humanas justas, existen porque es preciso un orden porque del caos nada surge.

Nos enseña la plomada también que nada es lo que parece ser. Las rectas paralelas no existen pues, aunque así lo digamos, las perpendiculares lo son con respeto a la Tierra. Solo si esta fuese plana podríamos hablar de auténticas paralelas, pero ¡La tierra es redonda! Por lo que no existen tales paralelas. A la escala humana no hay diferencia, pero a medida que elevamos la línea hacia el Universo, estas se alejan más y más entre ellas. Todo tiene, pues, dos puntos de vista, el aparente y el real. Vivimos en un mundo de apariencias y conocemos pocas realidades; es nuestro trabajo ir descubriendo estas con paciencia, estudio y razonamientos y, por supuesto, aceptando que en todo lo que creemos y vemos podemos estar totalmente equivocados.

Llevando un poco más lejos las paralelas generadas por la plomada, vemos que la gravedad atrae el peso de la plomada hacia la superficie terrestre, y ello sucede por igual en cualquier parte del globo terráqueo. Es lógico pensar que el punto de atracción es el centro de nuestro planeta. Dicho de otro modo, todas las perpendiculares convergen en el centro de la Tierra tal y como se aprecia en la figura lateral. Cada recta es perpendicular en el punto, pero la curvatura de la Tierra hace que no sean paralelas como se esperaba. Es más, vemos que se alejan más y más en la distancia.

Nos enseña esto que es necesario tomar distancia para obtener una visión de conjunto y real de las cosas. Nuestra pequeñez comparada con el planeta que habitamos nos lleva a creer que la tierra es plana cuando es curva en toda su extensión. Nuestras construcciones, si tuviésemos la facultad de medirlas con total exactitud serían mucho más grandes en la altura que en la base pues, como ya vimos, las “paralelas” se alejan en la distancia.

Y finalmente, nos enseña que todo parte de un único punto, que el UNO es la fuente de todo. Todo existe a partir de un punto común al que llamamos Gran Arquitecto de Universo. El empleo de la plomada nos recuerda en todo momento que estamos unidos al origen, al Creador, pues su presencia, representada por la gravedad que atrae el peso de la plomada, siempre está presente. Es solo cuestión nuestra aprender a verlo y recuerda siempre que pienses que el Gran Arquitecto no está ahí que el maestro siempre está en silencio durante las pruebas y nuestra prueba es justamente la vida en la cual podemos aprender y perfeccionarnos.

No os quepa duda: la plomada es un instrumento perfecto, y como es así, también tiene la autoridad de denunciar a todo lo que se sale de la perfección. Como bien dice Herrera Michel; “al igual que en la construcción de un muro, la plomada no interviene al principio del trabajo sino cuando ya va adelantado y se usa para ir verificando si posee la rectitud correcta, con el fin de corregir las desviaciones o errores que pudieren haberse presentado en el avance de la obra.”

Es así que en todo nuestro camino hacia la perfección hemos de hacer uso de la plomada para ver nuestras desviaciones y corregir los errores que tengamos durante el proceso. No llega el caminar y el aprender, sino que hay que hacerlo de modo correcto y solo verificando con una herramienta sagrada, que obedece a una ley Natural inmutable, se puede tener la certeza del veredicto que esta arroje.

Es así que la plomada se convierte en nuestra herramienta personal, en nuestra consciencia propia que permite que distingamos el bien del mal sin que nadie deba venir a decirnos lo que está bien y lo que está mal. Representa el conocimiento activo que surge de nuestro centro, del punto de convergencia y cuyos radios, al modo de las perpendiculares que comentamos en el ejemplo de la Tierra, se irradian hacia nuestro exterior en todas direcciones porque, lo recordamos una vez más, y serán pocas, de nada sirve todo lo que aprendamos si no lo transmitimos a los que nos siguen en el camino.

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