Cuando el punto se mueve genera una línea. Y, como todos sabemos también, la distancia más corta entre dos puntos es la línea recta. La recta puede extenderse hasta el infinito ya que siempre es posible colocar otro punto más alejado de los dos inicialmente empleados. Desde este punto de vista, los extremos de la recta representarían a los dos infinitos que muchos asocian con el comienzo del Universo y su final. A lo largo de la recta, pues, cada punto es un paso en el tiempo. Lagvanini lo expresa con las siguientes palabras: “la línea recta es el emblema de la vida individualizada, nacida de la Unidad del Ser, así como de todo movimiento o paso del punto en una infinita sucesión de puntos, que caracterizan el Espacio, o de la Eternidad en la infinita sucesión de momentos que forman el Tiempo, tal como lo concebimos ordinariamente.”
En masonería la línea recta sirve para expresar nuestro progreso pues en el avance pasamos de la vertical a la horizontal; es decir, desde la plomada que representa al 2º Vigilante y, por ello, a los aprendices; hasta el nivel que representa al 1º Vig y, por extensión, a los compañeros.
Ahora bien, el hermetismo nos habla de polaridad como uno de los principios fundamentales. La recta, permite representar dicha polaridad ya que podemos marcar un punto y, a partir del mismo, ir en una dirección o en la contraria. Así, por ejemplo, en una escala de temperatura podemos marcar el cero y así luego decidir que en un sentido el calor va en aumento y en el otro cada vez nos enfriamos más. Recuerda el principio de polaridad que define el Kybalion en los siguientes términos:
“Todo es doble, todo tiene dos polos; todo, su par de opuestos: los semejantes y los antagónicos son lo mismo; los opuestos son idénticos en naturaleza, pero diferentes en grado; los extremos se tocan; todas las verdades son medias verdades, todas las paradojas pueden reconciliarse”
Siguiendo con su interpretación hermética podemos decir que la línea vertical representa la conexión entre lo alto y lo bajo, con lo cual se hace vehículo del cumplimiento del axioma hermético “Como es arriba es abajo…” es un conector de planos, por lo que mágicamente es usado para representar el descenso de las fuerzas. Pero el axioma también nos dice “…así como lo que es abajo es arriba” por lo tanto este símbolo también representa el ascenso de las fuerzas que se han hecho descender una vez que su presencia no es requerida. Aquí la línea vertical pasa de ser un simple símbolo a ser un vector (es decir, tiene largo, dirección y sentido).
La línea horizontal nos habla de las energías en su modo pasivo, representa la inacción, puesto que el movimiento horizontal implica no cambiar su estado, fluir en un mismo nivel, ni subiendo ni bajando.
Es la línea del horizonte, donde todas las cosas quedan a la altura de nuestros ojos, es decir, en nuestro propio nivel. A diferencia de la línea vertical que es activa y desplaza en niveles, esta línea mantiene las cosas siempre en un mismo alcance.
La perfección se logra por lo tanto en el cruce de ambas líneas y muchas escuelas de misterios lo representan con el símbolo de la cruz situando al Ser humano en el cruce. La escuela Rosacruz, por ejemplo, representa esto situando la rosa en el punto de cruce e identificando esta con el corazón y el espíritu humano.
René Guenon, en su obra “El simbolismo de la Cruz”, editado en 1931, nos dice al respeto de la misma y su relación con las líneas horizontales y verticales lo siguiente:
“La mayoría de las doctrinas tradicionales simbolizan la realización del «Hombre Universal» por un signo que es por todas partes el mismo, porque, como lo decíamos al comienzo, es de aquellos que se vinculan directamente a la tradición primordial: es el signo de la cruz, que representa muy claramente la manera en que esta realización se alcanza por la comunión perfecta de la totalidad de los estados del ser, armónica y conformemente jerarquizados, en expansión integral en los dos sentidos de la «amplitud» y de la «exaltación». En efecto, esta doble expansión del ser puede considerarse como efectuándose, por una parte, horizontalmente, es decir, en cierto nivel o grado de existencia determinado, y por otra, verticalmente, es decir, en la superposición jerarquizada de todos los grados. Así, el sentido horizontal representa la «amplitud» o la extensión integral de la individualidad tomada como base de la realización, extensión que consiste en el desarrollo indefinido de un conjunto de posibilidades sometidas a algunas condiciones especiales de manifestación; debe entenderse bien que, en el caso del ser humano, esta extensión no está limitada de ningún modo a la parte corporal de la individualidad, sino que comprende todas las modalidades de ésta, puesto que el estado corporal no es propiamente más que una de estas modalidades. El sentido vertical representa la jerarquía, indefinida también y con mayor razón, de los estados múltiples, cada uno de los cuales, considerado del mismo modo en su integralidad, es uno de estos conjuntos de posibilidades, que se refieren a otros tantos «mundos» o grados, y que están comprendidos en la síntesis total del «Hombre Universal» 1. En esta representación crucial, la expansión horizontal corresponde pues a la indefinidad de las modalidades posibles de un mismo estado de ser considerado integralmente, y la superposición vertical a la serie indefinida de los estados del ser total.”
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NOTAS
- «Cuando el hombre, en el “grado universal”, se exalta hacia lo sublime, cuando surgen en él los otros grados (estados no humanos) en perfecta expansión, él es el “Hombre Universal”. Tanto la exaltación como la amplitud han alcanzado su plenitud en el Profeta (que así es idéntico al “Hombre Universal”)» (Epístola sobre la Manifestación del Profeta, por el Sheikh Mohammed ibn Fadlallah El-Hindi). — Esto permite comprender esta palabra que fue pronunciada, hace una veintena de años, por un personaje que ocupaba entonces en el islam, incluso bajo el simple punto de vista exotérico, un rango muy elevado: «Si los cristianos tienen el signo de la cruz, los musulmanes tienen su doctrina». Añadiremos que, en el orden esotérico, la relación del «Hombre Universal» con el Verbo por una parte, y con el Profeta por otra no deja subsistir, en cuanto al fondo mismo de la doctrina, ninguna divergencia real entre el cristianismo y el islam, entendidos uno y otro en su verdadera significación. — Parece que la concepción del Vohu-Mana, en los antiguos persas, haya correspondido también a la del «Hombre Universal».