“El teléfono solo llama de allá hacia aquí”
Chico Xavier [Medium Brasileño]
Dejando a un lado el tema de la posibilidad real o no de que los contactos entre seres encarnados y no encarnados – espíritus – sean posible, hay quien defiende que dichos contactos son buenos y quien defiende lo contrario. En otras palabras, los creyentes en la posibilidad de la mediumnidad no se ponen de acuerdo en la conveniencia o no de ella.
La doctrina espirita denomina periespíritu a lo que podríamos denominar como cuerpo psíquico. Dicho cuerpo psíquico es más denso – más material – proporcionalmente a la evolución de la entidad espiritual que lo posee. Es decir, cuanto más espiritual se es menos denso es el periespíritu. Por el contrario, cuando más cerca está de la materia sus propias vibraciones estarán más cerca del astral material que del espiritual.
Si hacemos caso a los espiritas, la comunicación entre espíritus y humanos – humanos en el sentido de que están aún vivos – obedece a una ley muy simple: la comunicación se establece en igualdad vibratoria. Dicho de otro modo, dado que todo es vibración, es preciso una armonización, una resonancia entre el nivel vibratorio del espíritu y el del médium que contacta.
Papus[1] escribió que “la diferencia entre el Mago y el Medium es que el primero domina la fuerzas de lo Astral y el segundo es dominado por ellas”. Esta frase es claramente visible en la realidad. La mayor parte de los médiums se entregan a los espíritus y se convierten en un juguete de sus propias emociones terminando todo en un desequilibrio físico y psíquico.
Comunicarse con un espíritu solo debería tener un fin: recibir lecciones de ellos y aprender de sus mensajes y claridad superior de modo que todo contribuyese a la evolución de la raza humana. Deberíamos limitarnos a la recepción de los mensajes sin más. El problema radica en que los espíritus realmente evolucionados poseen una patrón vibratorio tan sutil, tan espiritual, que se encuentra muy lejos de cualquier patrón vibratorio humano, por muy evolucionado que se encuentre espiritualmente dicho humano. La consecuencia primera es que los contactos son con espíritus no tan evolucionados como uno quiere creer y se corre el riesgo de contactar con espíritus que se encuentren ligados a un sentimiento material y no acepten su muerte todavía.
Por todo ello es común en ciertas escuelas iniciáticas no trabajar el contacto y/o comunicación con las espíritus e incluso condenar dichas prácticas. Y, desde el punto de vista tratado, están en lo cierto. Para los misticos y creyentes en lo esotérico, la práctica de ejercicios para desarrollar las facultades interiores implican también el despertar de la capacidad mediumnica y , por lo tanto, la capacidad de mantener un contacto con los espíritus. Sin embargo de nada le servirá para su evolución interior porque él, al comienzo de su camino, aún no posee un dominio sobre sus emociones y acciones en el mundo psíquico, lo cual le llevaría a muchas vacilaciones entre los escalones de la escalera vibratoria.
Grandes estudiosos de la teosofía como Leadbeater, Blavastsky o Annie Besant, han comentado acerca de la infinidad de entidades que pueblan los planos superiores de la consciencia y que trabajan para el desarrollo de nuestra civilización. Evidentemente es preciso unos humanos receptores que puedan comprender y transmitir al mundo su mensaje porque morando ellos en un plano infinitamente superior al material no es posible una comunicación directa con la raza humana[2] . Así pues, el receptor, precisa encontrarse ya en un alto nivel de consciencia para poder vibrar al unísono con dichas entidades y armonizarse con ellas con el fin de poder captar sus mensajes.
Ahora bien, como no es posible saber el nivel al cual uno vibra, esa decir, el grado de espiritualidad alcanzado. Resulta del todo imposible saber también el grado de perfección del espíritu que contacta con el médium. Cabe en lo posible que se trate de lo que Allan Kardec denominaba “espíritus burlones” que solo quieren reírse un poco o de algo peor, de un espíritu de muy bajo astral que por medio del médium pretende anclarse a lo más parecido a una vida material. En este último caso, el médium acabará por ser un utensilio más del espíritu y se vería afectado tanto física como psíquicamente. El médium, según Kardec y otros espiritas, no ha de aprender a serlo, ser médium es un don que el Creador concede; lo que ha de aprender es a defenderse de los espíritus que buscan usar su cuerpo en vez del cuerpo que ya han perdido. Según algunos estudiosos del tema, muchas posesiones no son tales en el sentido diabólico del término, sino que se trata de espíritus materialistas que tratan de permanecer cerca de lo conocido.
Como decía el gran médium brasileño Chico Xavier, “El teléfono solo suena de allá para acá”. Es decir, el médium ha de limitarse a recibir e interpretar – en el sentido de traducir lo recibido a un lenguaje que los no médiums puedan entender – lo que el espíritu quiere comunicar. Nada más. No debe llamar a los espíritus, no debe pretender comunicarse con ellos y, por supuesto, debe rechazar todo lo que vaya más allá de la mera comunicación.
Así pues, si usted no cree en nada de lo dicho no hay problema alguno; pero si cree debería plantearse la conveniencia o no de los contactos con dichos entes si posee el don de la mediumnidad. No estamos diciendo que no deba hacerlo sino que en cada momento, en cada caso, debe estar alerta y decidir por si mismo si quiere o no dicho contacto.
¿Cómo decidirlo? Buena pregunta a la cual no tengo respuesta clara y única. Quizás en otras entradas volvamos sobre el tema y podamos debatir sobre el mismo.
Un saludo y en estos temas anden con cuidado, no todo el monte es orégano, no todos los médiums son realmente médiums y no todo espíritu que contacta se encuentra en altos estados evolutivos.
NOTAS
[1] Gérard Anaclet Vincent Encausse (La Coruña, 13 de julio de 1865-París, 25 de octubre de 1916), más conocido como Papus, fue un médico y ocultista francés de origen español, gran divulgador del ocultismo, y fundador de la moderna Orden Martinista.
[2] Así, el médium se convierte realmente en un mero intermediario en la comunicación. Alguien que capta el mensaje y lo transmite. Por otro lado, ante la imposibilidad de intermediarios adecuados, ciertos espíritus encarnan en la tierra para transmitir el mensaje cuando no precisarían hacerlo de acuerdo a su ciclo de encarnaciones. En estos casos nos encontramos ante lo que se han denominado maestros a lo largo de toda la historia: hombres como Jesus, Buda….