Más allá del dolor: las pruebas como camino de evolución

“Las vicisitudes de la vida han de tener una causa,
y dado que Dios es justo, esta causa ha de ser justa.”
Allan Kardec, El Evangelio según el Espiritismo, cap. V

Si admitimos la existencia de Dios, debemos reconocer en Él la plenitud de las perfecciones: poder, bondad y justicia infinitas. No puede obrar por capricho ni con parcialidad. Por tanto, las pruebas que afrontamos —esas vicisitudes que nos hieren o transforman— tienen siempre una causa justa, aunque aún no la comprendamos.

Dios, a través de Jesús, nos señaló el camino del amor y del progreso. Y hoy, por medio del Espiritismo —como enseñó Allan Kardec en El Evangelio según el Espiritismo, capítulo V, “Bienaventurados los afligidos”— se nos revela con mayor claridad el sentido de las pruebas, mostrándonos que el dolor no es castigo, sino escuela.

Mientras vivimos en la carne, la mirada humana se detiene en lo penoso. Pero el Espíritu, al comparar los sufrimientos pasajeros con la felicidad duradera que vislumbra, comprende que el sacrificio tiene propósito. Así como el enfermo acepta un remedio amargo para sanar antes, el alma escoge a veces pruebas más duras para avanzar más rápido hacia la luz.

En el mundo espiritual, libres de la ilusión material, los Espíritus contemplan el conjunto de sus existencias. Ven lo que fueron, lo que son, y lo que aún necesitan ser. Por eso aceptan —e incluso eligen— las vicisitudes de la vida corporal como medios de purificación.

Las pruebas pueden tener dos orígenes: unas proceden de la vida presente, otras de existencias pasadas. Las primeras son consecuencia directa de nuestros actos actuales; las segundas parecen injustas, como si una fatalidad cayera sin razón sobre nosotros: la pérdida de seres queridos, la enfermedad congénita, la discapacidad, la muerte temprana.

Como bien ilustra la imagen que acompaña este texto, no siempre el cuerpo más perfecto alberga al espíritu más elevado. A veces, tras la apariencia frágil o limitada, brilla una conciencia que ha alcanzado una pureza que muchos aún buscamos. Estas almas, en su humildad, nos enseñan a mirar más allá de la forma y reconocer la grandeza interior que se expresa en la inocencia, la alegría y la ternura.

¿Por qué unos nacen en la abundancia y otros en la miseria? ¿Por qué hay niños que sufren o mueren antes de conocer la vida? Si el alma fuese creada al mismo tiempo que el cuerpo, sin pasado ni responsabilidad alguna, tales desigualdades serían una afrenta a la justicia divina.

Pero la reencarnación ilumina este misterio: nada ocurre sin causa, y toda causa tiene su raíz en la sabiduría de Dios.

Lo que en la Kábala se llama tikkun, y en las filosofías orientales karma, el Espiritismo lo comprende como la ley divina de causa y efecto, mediante la cual el alma aprende, repara y progresa.

Las pruebas pueden ser expiaciones —cuando purifican faltas del pasado— o lecciones voluntarias que el Espíritu acepta para crecer más rápido.

Hay almas elevadas que, aun sin culpas graves, piden misiones difíciles para servir mejor. Son esos seres nobles, resignados y luminosos que, en medio del dolor, oran sin queja y confían en la justicia divina.

En cambio, cuando la aflicción despierta la rebeldía o el resentimiento, estamos ante la expiación que aún no comprendemos.

En todo caso, cada sufrimiento es una llamada al despertar. Las vicisitudes de la vida no son castigos, sino oportunidades que la sabiduría divina dispone para nuestro bien.

El Espíritu que comprende esto deja de maldecir el dolor y empieza a aprender de él. Y así, paso a paso, el alma se eleva hacia la felicidad que no conoce ocaso.

Reflexión final:

Quizás, al mirar nuestras propias pruebas, podamos empezar a ver en ellas un lenguaje secreto de amor. No uno que castiga, sino que enseña. No uno que hiere, sino que transforma.

Cada lágrima, cada pérdida, cada lucha silenciosa es parte del diálogo sagrado entre el alma y su Creador.

Y cuando aprendemos a escuchar ese diálogo, comprendemos que todo lo que llega a nuestra vida tiene un propósito: conducirnos, finalmente, hacia la Luz.

Ahora solo queda que, como siempre les digo: Investiguen y aprendan, no den nada por definitivo, es la única manera de alcanzar la Luz.


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1 comentario

    • supernaturallyclever74609044a1 el 8 de octubre de 2025 a las 13:46
    • Responder

    B \’ezrat Hashem, que se traduce como\» con la ayuda de Dios\» ??? Buenos días,

    Efectivamente… las vicisitudes son pruebas de respuesta inmediata, según mi opinión. Saludos Fdo. Marcos Cuenca Soria

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